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Balance Infértil

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Balance Infértil

19 de Febrero del 2016
Publicado por Grupo Reforma

Se paga un precio enorme por la moderación y la normalidad. Contenerse y mantenerse “promedio” sacrifica al talento creativo, la búsqueda de oportunidades y elimina cualquier posibilidad de renovación.

Me refiero a que en la fase creativa, donde se gesta una innovación, al que carga con el fuego no se le debe aventar agua fría. Tampoco puede una innovación ser medida en términos de un negocio o concepto en operación. No hay forma más segura de asesinar una innovación que cuando se establecen parámetros financieros de corto plazo.

La moderación puede ser uno de los peores enemigos del progreso ya que al quedar desasociada del exceso creativo y la pasión, se cae en un proceso de entropía donde se renuncia a ser un sistema abierto y de reinvención.

Por eso las grandes empresas no saben qué hacer para innovar. Atrapadas en el modo de UAFIR y productividad, montan sus departamentos de innovación y cuando por fin están armados y sentados en su escritorio, no saben por donde empezar.

La tragedia es que como las innovaciones traen la sentencia de “pagarse por ellas mismas”, los departamentos terminan por innovar en el denominador (costos y gastos) y no en el numerador (ventas) y mucho menos en mejorar la experiencia del cliente y ni para qué hablar del incomprendido capital de marca. El resultado es que las innovaciones hacia el crecimiento y la discontinuidad acaban siendo castradas.

Lo que se hace entonces es comprar empresas innovadoras, a pesar de que la estadística de fusiones y adquisiciones es desalentadora. Dependiendo de la industria y la etapa de negocio, la tasa de éxito ronda apenas entre el 30 y 40%. No es atípico que se destruya valor. Como por ejemplo lo hizo Microsoft en los tiempos de Ballmer, y como lo hace Mayer con Yahoo que tras comprar cerca de 60 empresas en 3 años, el ingreso se ha mantenido plano.

Ahora pensemos en el otro exceso. Una empresa descontrolada, ineficiente y confundida requiere de estabilizadores, dígase financieros e ingenieros. En este caso la parte creativa tiene que esperar su turno. No pueden insertarse más variables ni retos al ancho de banda organizacional; es el turno del control y debe administrarse.

En suma, una empresa dominada por innovadores tiende a acabar en la dilución y la explosión; una empresa dominada por los estabilizadores tiende a acabar en la entropía y en la implosión.

En base a lo anterior, pudiera pensarse que la opción es hacer las dos cosas simultáneamente; pero la realidad es que +1 por un lado, y un -1 por el otro suman cero. Las fuerzas “balanceadas” se eliminan una a la otra y se pierde la vitalidad.  El balance no puede crear ni estabilizar; sólo el exceso puede ser creativo en una época donde se requiere una sacudida y nuevo despliegue y sólo el exceso puede controlar a una empresa que ha sido descarrilada.

Excesivo es el proceso de concepción de vida: unos 250 millones de espermatozoides por eyaculación, dos veces la población de México, y sólo uno fecundará, si tiene suerte. Excesivos Colón, Cortés, Einstein y Bhor; Hemingway y Wolfe; Churchill y Djokovic.

Excesivo Elon Musk que sigue su camino al igual que con la incógnita de rentabilidad: ¿será hora de meterle controles?

El excesivo estrella: Steve Jobs. Que después de ser despedido de su propia empresa y tras una búsqueda existencial, regresa a liderar el exceso de Apple aunque ya con su plataforma lista para despegar. Ahora que no está ¿quién llevará el exceso de innovación? ¿Cuánto va a durar el “vuelito” que le dio Jobs?

La mitología del “balance” hace daño: no conviene buscar el balance, conviene gestionar el exceso.

horaciomarchand@marchandyasociados.com

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