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20 de Febrero del 2015
Publicado por Grupo Reforma

Las crisis existenciales, etapas de confusión de identidad, de falta de propósito, de incertidumbre de rumbo y pasión erosionada, no sólo existen en las personas. Hay crisis existenciales institucionales gestadas en el colectivo y también las hay como una consecuencia inevitable cuando aparecen en la persona del líder.

La crisis existencial toma prestado su nombre de las corrientes existencialista y psicológica de los Siglos XIX y XX; tiene precursores como Kierkegaard, Dostoyevski, Nietzsche, Sartre, por el lado filosófico, y Breuer, Freud, Jung, por el lado psicológico.

De seguro todos ellos supieron de Sinuhé, un médico egipcio que se atrevió a escribir su historia en primera persona hace casi 4,000 años. Para sopesar la angustia de una crisis, los humanos hemos inventado dioses y espíritus -o los hemos descubierto- y hemos recibido el apoyo de chamanes, sacerdotes, psicólogos, psicoterapeutas y más recientemente coaches. Hemos construido grupos, rituales y metodologías que nos orienten y nos sacan de la convivencia íntima y obsesiva con nuestros propios fantasmas, en el ánimo de entregarnos algún propósito que sirva a la sociedad.

¿Y las empresas? ¿Y las organizaciones que van de caída, que no encuentran su rumbo, que su modelo de negocio está anacrónico, que les cuesta sangre crecer sus ventas orgánicas y que han perdido vigencia? Las empresas no tienen la posibilidad institucional de buscar apoyo con un psiquiatra, sacerdote o asesor vocacional. El recurso que tienen es la renovación estratégica. Infelizmente, la estrategia es la parte esotérica de los negocios y se confunde con planeación.

Estrategia no es planeación. La planeación es más un mecanismo de control que busca certidumbre y la posibilidad de medir la variación con respecto a lo esperado. Planeación es un proceso de análisis, la estrategia es uno de síntesis; la planeación es mecánica, la estrategia es orgánica; la planeación es una programación, la estrategia es una intención.

RadioShack recién se declara en bancarrota, al tiempo que McDonald’s, Yahoo, AOL, Nokia (comprado por Microsoft) y BlackBerry, por mencionar algunos, enfrentan un nuevo punto de inflexión: “encontrarse” y crecer o morir. Sus problemas no son de planeación o incluso de gestión, son existenciales. Son problemas de ubicación en un ecosistema del cual son parte, de encontrar un nicho donde sean únicos y relevantes para algún segmento del mercado.

Las preguntas son las mismas que las de las personas: ¿De dónde venimos (vocación, configuración, estructura, habilidades)?, ¿a dónde vamos (oportunidad, propuesta de valor, mercado meta)?, ¿cómo interactuamos con el mundo (ejecución, despliegue, gestión)? El meollo de la estrategia debe centrarse en la exploración, detección y explotación de oportunidades. Esto demanda dos tipos de energía: la emprendedora y la administradora, la primera explora y detecta oportunidades, la segunda las explota.

Las crisis en las empresas están ligadas a la vigencia de la oportunidad. Una crisis existencial en una organización es la falta de “química” entre su configuración, su intención y una propuesta de valor relevante que le genere utilidades extraordinarias.

La oportunidad se transforma, evoluciona, revoluciona y nunca mantiene su estatus. Por eso la empresa es llamada a cambiar junto con ella: a saber cuándo seguirla, cuándo modificar su estructura para seguirla sirviendo o cuándo abandonarla para perseguir una nueva.

horaciomarchand@marchandyasociados.com

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